viernes, 5 de diciembre de 2014

Gracias Grecia.





Gracias Grecia 


Escribo estas líneas a más de 10 mil Mts de altura sobre el océano Atlántico desde mi celular y en un estrecho e incómodo asiento. Hace unas horas y varios miles de kilómetros atrás dejé tierras Helénicas. 



Grecia recibió el contacto de mis pies por más de 6 años.  Fue mi hogar, cuna de mis sueños, artífice de mi aprendizaje, y testigo de mi crecimiento personal en todos los sentidos. 



Me dio una familia nueva.  Dos padres y dos hermanos que los aprecio y quiero cómo si fuesen de mi misma sangre. Me dio muchas alegrías. Esta tierra ancestral fue testigo de éxitos y conquistas personales, pero también fue testigo de momentos muy difíciles de mi vida. Ése fue quizá el único saldo negativo que Grecia me dejó. 



Pero también me ofreció cosas maravillosas que nunca imaginé.  Me ofreció un futuro que precisamente empecé a construir hace unas horas. 





En éste rincón oriental de Europa, se despertó mi gusto y pasión por escribir, por investigar, por ayudar y contribuir a hacer, aunque sea de forma primitiva, un mundo mejor. Esas ganas de comunicar esas enredadas ideas que tenían en mi cabeza, vieron luz pública desde este alejado lado del mundo. Ello trajo como resultado, no solo el aumento de mis ya escasos conocimientos, sino amigos y conocidos por todo el mundo, que desde entonces se ve un poquito más pequeño para mí. 



Y toda esta combinación de lugares, países,  circunstancias, electrónica, web... me brindo la oportunidad de conocer a una persona sumamente especial, y la única y valedera razón por la que ahora estoy en las nubes (literal y metafóricamente) y por la que tendré dentro de poco una nueva patria,  dejando a Grecia como mi "segundo hogar" para siempre,  siendo desde ahora un sitio que visitaré cómo cualquier turista. 



Por eso... Gracias Grecia por todos estos años,  por las oportunidades,  por el amor y el cariño que me ofreciste... por lo bueno,  por lo no tan bueno... por todo... 


Te digo... hasta luego. 











"Grecia es para la humanidad, lo que es el corazón y la mente para el humano"

Johann Wolfgang von Goethe 




lunes, 22 de septiembre de 2014

Las Mascotas de mi Vida (Perros)




Desde muy niño siempre me han gustado los animales.

Quizá esto se deba a que durante mi infancia y en el patio de mi casa, mi padre tenía una serie de jaulas con animales allí. Principalmente pollos, gallinas y patos. Recuerdo que hasta hizo una especie de estanque con cemento donde los patitos nadaban.

La verdad no recuerdo si la razón para criar esos animales era para consumo. Apenas rememoro un par de ocasiones cuando mató pollos para el almuerzo debido a la escasez económica (con mi consiguiente trauma, claro)... el caso era que le gustaban los animales,  y nosotros los niños, felices.

Toda esta fauna en mi infancia me hizo querer mucho a los animales,  hasta el punto que a la larga me convertí en veterinario.

Y ese interés en los animales me hizo poseedor de una serie de mascotas poco comunes que alarmaría y preocuparía a cualquier persona sensata  (mi señora madre por ejemplo)

Veamos primero y brevemente a la mascota "clásica" de toda persona:


- Perros.

Como toda familia "normal", hemos tenido perros.  

- Mi madre me decía que cuando era muy niño teníamos una perra llamada Cuchita. La verdad no recuerdo.

- De perros, recuerdo al mejor y más maravilloso perro de todos: "Chocolate". 




Era un perro del vecino del fondo que no lo querían y lo adoptamos nosotros. Lo tuvimos desde finales de mi secundaria (1987) hasta su muerte en 1995. Siempre recordaré cómo podía detectar los temblores.  Si estaba jugando con él y de repente se quedaba quieto y alerta sin ninguna razón aparente; segundos después inequivocamente venía el temblor.

Siempre será el "perro de mi vida"


- Otra perrita que estuvo después con nosotros fue "Jessica". Era una perra que encontró un colega veterinario y que también adopté. Fue contemporánea con Chocolate en sus últimos años de vejez.

Recuerdo que los primeros días de Jessica en casa, Chocolate no la vio con buenos ojos. Y quería morderla (supongo la veía como una invasora de sus dominios). Así que mientras se acostumbraba a ella decidí dejarla en mi cuarto hasta que "Choco" la aceptase. En la mañana tenía que ir a la universidad y Jessica (que se comportaba perfectamente) se debía quedar sola dentro del cuarto.  Así que le dije en voz alta mientras ella estaba sentada cómodamente en mi cama:

- Jessica!...  pórtate bien! En un par de horas regreso.



Su tranquila mirada desde la cama me confirmaba que no tenía de que preocuparme.

Al regresar y al abrir la puerta de mi habitación; efectivamente Jessica estaba tal y como la había dejado, apaciblemente sentada sobre la cama. Pero... sobre ella, sobre la cama y sobre toda la habitación estaban regados miles de trocitos mordidos de la almohada y de la sábana haciendo ver a Jessica divertidamente inocente.

Al ver ese apocalíptico  escenario no pude menos que reír y darle un gran abrazo por su ocurrencia.

Lamentablemente un explosivo brote de moquillo en el barrio le quitó la vida pocos años después.

:(


Debido a la inseguridad que reina en Venezuela,  es prácticamente imposible vivir sin tener un perrito con "malas pulgas" en casa (está científicamente demostrado que los ladrones le temen a los dientes de los canes)... por eso, siempre hemos tenido perros en casa. Todavía recuerdo que en un periodo de unas semanas que estuvimos sin perro, intentaron robar un par de veces.


- Luego tuvimos a Beethoven (un mestizo de Chow Chow) que me regaló un cliente en mis primeros años como veterinario. Lamentablemente un día desapareció sin dejar rastro. O se lo robaron o simplemente escapó. Era un excelente perro guardián.


- Y en la actualidad en casa está Clifford. Ya tengo muchos años que no vivo allí, pero la sana costumbre de tener perro se ha mantenido.




El buen Clifford es un perro bastante fiero pero a la vez juguetón. Siempre quiere estar sobre ti lamiéndote y apretándote con su mandíbula (con un grado de fuerza tan bajo que no se puede definir como mordida). Siempre me ha llamado la atención que, aunque pasen años sin ir a casa,  Clifford siempre me recuerda.  Tiene un ojo azul y el otro es tres cuartos azul y el otro cuarto marrón. Curioso.



Y siempre recordaré que la última conversación que tuve con mi madre por teléfono antes de que ella muriese de forma repentina al día siguiente, fue sobre Clifford; diciéndome lo excelente perro que era.

Ya Clifford está viejito, y espero que cuando nos deje... Sigamos teniendo en casa un can que nos proteja y podamos nosotros cuidarlo a él también. Amor recíproco.


- Y en el futuro cercano me esperan dos bellas damas:

La alegre y tierna "Mora" y la seria pero noble "Sofía".

Ambas seguramente me darán muchas alegrías y satisfacciones (y enojos ocasionales, claro) haciendo que no pierda la costumbre de tener cerca la rutina de ladridos, pulgas y lamidos proveniente de esos incomparables animales que a veces nos quieren y aprecian más que los mismos humanos.




          

Nota: 

Hubo otro perro que, aunque no fue "mi mascota" y que lo conocí por muy poco tiempo, supo ganarse mi corazon y cariño: "El Flaco"

Un perro muy tierno y tranquilo que hacía honor a su nombre. Siempre recordaré que mientras yo escribía los artículos de mi otro "Blog", el Flaco, en lugar de salir a jugar con sus otros amigos caninos, él se quedaba en la puerta de la habitación sin entrar, bien parado o echado, mirándome apaciblemente como yo escribía. Obviamente yo no resistía la tentación y de vez en cuando me levantaba para hacerle algunos cariños.



Lamentablemente falleció poco tiempo después por problemas nerviosos, posiblemente epilepsia. A pesar de haberlo conocido muy poco tiempo... me dolió mucho su partida.

Afortunadamente fue un perro rescatado y la corta vida que tuvo fue la mejor que alguien le haya podido ofrecer. Nunca le faltó atención, comida o mimos. Tuvo una buena vida, y dejó mucha felicidad a su paso.


Por eso me alegra y conmueve cómo esos animalitos que no pueden hablar, se pueden comunicar perfectamente con nosotros y nos llenan la vida de felicidad y amor.


Por eso, esta publicación está dedicado a ellos... los nobles y maravillosos Perros.









"Si creyera en la inmortalidad, creería que ciertos perros que conozco irán al Cielo; y también muy, muy pocas personas.

James Thurber 



domingo, 10 de agosto de 2014

A manera de despedida...




Allí estaba yo de nuevo.

En la casa de mis padres. En mi casa. En la casa de mi infancia y juventud.

Me descubrí agarrando el portón del frente con mis dos manos y mi cabeza metida entre los brazos mirando al suelo.

Ese portón y esas rejas que por muchos años fueron color naranja, así también lo eran en mi sueño.

Mirando el suelo pensaba... Sip. Tengo que enfrentarme a ello. Debo decírselo. Hay que cerrar esa página.


Me di media vuelta y me preparé a entrar a casa. Ya sabía lo que vendría.

Allí estaba mi padre. Sempiternamente sentado en la mesa del comedor. Comía vivazmente algo. No recuerdo que era, pero seguramente era muy sabroso y con muchas especias.

Me saludó como siempre:

- Qué fue mijo!... ¿Como estaís?

Y siguió comiendo.

Miré a mi hermana que estaba de pie a su lado que me miraba con cara de tristeza y haciendo un leve gesto negativo con la cabeza. Gesto que yo entendí perfectamente. Sabía que me decía algo como: - Aun no lo sabe!

Asentí con la cabeza.

Me acerqué a él. Tomé una silla y me senté a su lado en la mesa.

Me volvió a preguntar:

- ¿Como está todo por allá?... ¿yo? ¡Me siento muy bien!

Allí comenzó el pesado dialogo.

- Papi, debo decirte algo.

- Venga. Dime. -me dijo con curiosidad-

- Ehh, no sé como decírtelo -me costaba encontrar palabras adecuadas- No estás vivo. 

- ¿Cómo? -Me interrogó por enésima vez con cara de confusión-

- Sip. ¿Recuerdas que estabas muy enfermo? ¿Recuerdas lo mucho que te costaba respirar?

- Ahh si... cierto. Verdad es.

- Inclusive te llevamos varias veces al hospital con ataques respiratorios. No podías respirar. Era bastante serio lo que tenías. Solo un pequeño porcentaje de tus pulmones funcionaban.

- Si, claro. Lo recuerdo. Tenía que hacerme terapias respiratorias a cada rato y tomar muchas medicinas.

- Sip. Y bueno, en diciembre pasado tuviste un ataque... te llevamos al hospital y no sobreviviste.... Lo siento.

Me miró en silencio y bajando levemente la cabeza. Parecía estarlo comprendiendo

- ¿Recuerdas que perdiste el sentido y de repente despertaste en el hospital sin recordar nada?

- Si. Lo recuerdo.

- Pues después de eso. Estabas en cama y mientras dormías dejaste de respirar. Sin ningún tipo de dolor... te fuiste.

- Entiendo

Le dije rápidamente:

- Es por eso que te sientes tan bien ahora. ¡Fíjate lo que comes! Algo rico y con sal y especias. Eso no lo podías comer antes y siempre te quejabas de eso.

- Cierto.

- Y también... ¿No has notado como respiras? ¡Perfectamente!...

- Ajá. Y no me dan ataques de tos.

- Además, levántate para mostrarte algo -lo tomé del brazo e hice que se incorporase a mi lado- ¿Ves? Eres más alto que yo, y nunca lo fuiste. Casi llegas al techo. Y no estás tan delgado como siempre eras.

En efecto. Al levantarse, la calva de mi padre casi rozaba la bombilla de la cocina.

- Si. Y también puedo caminar perfectamente y sin cansarme -Dijo dando unos pasos- la verdad no me había dado cuenta de esto.

- Es lo que te digo. Lamento mucho el que te enterases de esta manera. Pero ya no estás aquí.

Mi padre siempre fue una persona de pocas palabras; y parece que comprendió la situación inmediatamente.

- Tienes toda la razón. Estaba confundido; pero ya estoy claro. Los quiero mucho a todos ustedes pero debo irme y no regresar.

Mi hermana, que estaba cerca, soltó unas lágrimas de tristeza pero a la vez de alivio.

No hubo abrazos de despedida ni nada. Tan práctico como había sido toda su vida, simplemente se dio media vuelta y salió por la puerta de la sala.

Yo, ya un poco más tranquilo sabiendo que mi padre tenía conocimiento de la situación, de repente caí en cuenta que no pude abrazarlo ni decirle cuanto lo quería y agradecerle todo que en vida me dio. 

Salí corriendo a hacer eso, pero tontamente (y no sé por qué) en lugar de seguirlo por la sala por donde se marchó; di la vuelta por el patio para salir al frente por un pasillo que se encuentra al lado de la casa. En ese pasillo se encuentra “Clifford” el perro, que me hizo perder unos segundos preciosos intentando saludarme y lamerme.

Al final llegué al mismo portón donde comenzó esta corta aventura onírica. Asomé la cabeza al frente y miré a ambos lados de la vereda.

Nada.

Ahí me di cuenta que nunca mas volvería a ver a mi padre. 

Y como al inicio... volví a meter la cabeza entre mis brazos que sostenían las rejas del portón... lamentándolo todo. 

Lamentando que nunca volveré a hablar con mis padres.

Lamentando que toda mi infancia y juventud se fueron para siempre con la partida de ellos.

Lamentando el no poder haberme despedido de ambos.

Lamentando que ya esa casa, donde transcurrieron los mejores años de mi vida, ya no tenía nada para mi.

Levanté la mirada del suelo y miré la puerta de la sala.

Ya no entraría a despedirme de mi hermana y mis sobrinos. No tenía sentido. 

Salí hacia la acera a continuar mi vida... tomando rumbo a la derecha donde por años pasé para enfrentarme al resto del mundo y dejar detrás la seguridad y consuelo que deja tu hogar y tus padres.

Me esperaba una vida diferente por delante. A partir de allí, las cosas nunca serían iguales.

Y extrañamente estaba seguro de que al girar a la derecha tomé un camino diferente al que tomó mi padre instantes antes. 




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Esta historia, basada en un sueño que tuve, está dedicada a mi señor padre: Noé Salvador Molina Santiago, que falleció el 12 de Diciembre de 2013.



Noé Molina
(1943-2013)

(Fotografía de la última vez que vi a mi padre, 
segundos antes de despedirnos porque yo saldría de viaje. 
En ese momento esperábamos el taxi que me llevaría al aeropuerto)
Septiembre 2013.

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